A cada instante te recuerdo, te anhelo, con dulce embeleso.
Y mis labios entonan melodías, de recuerdo y de llanto.
Sembraste pensamientos, cual planta olorosa y fragante
De alabanzas a tu bello semblante, hija del eterno Padre.
Quien pudiera encontrarte en los valles, tierna y soberana Madre.
Porqué soy caminante, y peregrina, en buscarte cada tarde.
Hasta que anochece el silencio me acompaña, y me emborracha.
En contemplación mirando el cielo, me adormezco y sueño.
Dulce madre mía yo creo en tu celosía, en la entraña prometida.
Que me visitaras en el trance de mi día, cuando ya se acabe el sueño y empiece a despertar, serás mi luz serás mi auxilio, y te acordaras, que mi pensamiento era tu flor.
Autora: Mercedes Ramos