como es la Madre de Dios
más no alcanzamos ni
alcanzaremos porque Dios
la guarda con celo en su profundidad,
incompresible para nosotros,
la aparto de la urbe la lleno de humildad,
escondida, como una simple flore-cilla
que el universo se estremece en contemplar.
Obediente, tan humilde y sencilla
y a la vez tan sumergida en el plan de Dios.
Que los Ángeles se anonadan y los Santos la alaban
sin llegar a penetrar en los designios
que la Santísima Trinidad la enmarco,
como la Madre de Dios.
Si supiéramos penetrar en ese misterio
que la envuelve, en su anonadamiento…
nosotros no la conocemos ni aquí entenderemos
en el incompresible pedestal donde Dios mismo la tiene
con su cuidado especial, a esa hermosa criatura
que de nada se valora, solo Dios la guarda y la llena.
La llena de Gracia, Inmaculada Concepción.
Al pedido de su Hijo, con su espada más clavada,
obedeció,
de tal manera, se prodigó, buscando a sus hijos,
consolándonos atrayéndonos, al Amor de sus Amores,
sin descanso llamó de un confín al otro,
peregrina y dadora de gracias la más sublime,
entre todo género humano, sólo la Santísima Trinidad la
superó
hermosa sin mancha, pureza sin igual,
manantial de dulces aguas, más que la miel en panal.
OH Madre Celestial primorosa sin mancilla
blanca paloma, que al mismo Dios cautivó
Llévanos a Tu Hijo Madre, llévanos de la mano
Contritos y fervorosos con alegre semblanza
A las Bodas del Cordero, vestidos de Gala.
Autora: Mercedes Ramos
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